Vivimos tiempos exponenciales

Este es el texto completo de un ejercicio de reflexión del bloque de “Entorno Social” del master que estoy cursando.

Vivimos tiempos exponenciales. Cuando Fernando Alonso ganó el campeonato mundial de pilotos de Fórmula 1 en el 2005 fue el piloto más joven hasta la fecha en lograrlo. Cuando el británico Lewis Hamilton hizo lo propio en 2008 se convirtió en el más joven en conseguirlo. Tan sólo dos años después Sebastian Vettel, le quitó ese honor.  Los éxitos son ya efímeros.

Vivimos tiempos exponenciales. Los crecimientos empresariales son exponenciales.  De las 500 empresas más valiosas del mundo, 41 de ellas no tienen más de veinte años. Los grados de separación entre cualquier persona del mundo han bajado a tres. No ya a sus padres, los niños no se parecen a sus hermanos.  Se producen patentes a velocidad nunca antes vista.


Este conjunto de anécdotas, y otras cientos de ellas, son consecuencia y causa. Son consecuencia de un cambio tecnológico y producen cambios en los hábitos y comportamientos de las personas. Son estos mismos cambios de hábito los que están provocando evolución tecnológica en una suerte de ciclo cuya velocidad quizá no ha sido vista antes por la humanidad.

La confluencia de dos fenómenos simultáneos es el germen de este momentum que vive la sociedad global, cuya globalidad además acierta a afianzar. Uno es de índole técnica. Es la popularización y disponibilidad de la conexión a internet en terminales móviles en gran parte del planeta.  La otra de índole más social – e influenciada (¿provocada?) por la primera es la conexión permanente con la propia red social que cada individuo tenemos. Se ha dicho que los seres humanos tenemos por primera vez telepatía. (Otra cosa es que no nos resulta cómoda la interfaz) Puede argumentarse que este cambio no es verdaderamente global. En 2013, pese a toda la literatura al respecto, tan sólo hay 1.500 millones de personas con conexión a internet en el mundo. Sin embargo, si hemos de hacer caso a las proyecciones, más de 3.000 millones la tendrán en menos de cinco años, hablando ya siempre en entorno móvil.

Se está produciendo en especie de catalización de la vida. Con sus aspectos intrínsecamente buenos y los intrínsecamente malos. Con toda la variedad de grises intermedios y con toda la eventual confusión entre lo que quizá pensamos que es consustancial al ser humano y es “tan sólo” quizá de 80.000 años de evolución.

¿Y en medio de todo esto? ¿Qué ha de hacer un directivo en una empresa? ¿Qué tiene más riesgo para un directivo hoy en día?  ¿Actuar  o no hacerlo? ¿Volverán las cosas a su cauce? ¿La crisis que padecen muchas compañías es coyuntural?¿Todos estos fenómenos son aislados? ¿Tienen un nexo común? Modificando el eslogan de una compañía española de formación: ¿Qué va a resultar de organizaciones del siglo XIX , lideradas por personas del siglo XX, actuando en el siglo XX!?

¿El cambio de paradigma educativo?

La formación superior propiciada por las Universidades ha tenido desde hace más de 800 años gran parte de la exclusiva de la educación reglada de las personas. Su lugar en la sociedad ha sido y es indiscutido por dos motivos principales: ofrecen conocimiento de un nivel excepcional  de una forma moderadamente asequible para un amplio espectro de la sociedad.

Tienen, sin embargo, y pese a los esfuerzos de las mismas por paliarlo, un importante problema de capilaridad. Para gran parte de la sociedad mundial sigue siendo una quimera acceder a ellas.  En los últimos años, un fenómeno ha venido a hacernos reflexionar sobre las mismas. Se trata de las plataformas online de educación masiva y gratuita en muchos casos. (El modelo de si no eres el cliente, entonces eres el producto, va impregnando muchos sectores)

Estando como están en un estado embrionario, son ampliamente usadas por personas  de países con redes de educación superior menos desarrolladas que las sociedades occidentales. Suponen una oportunidad de propiciar acceso masivo al conocimiento (no ya a la información) y de “llenar de nuevo” centros educativos existentes o nuevos por nuevos usuarios o usuarios con hábitos nuevos.

¿El cambio de paradigma de consumo de información?

En un entorno de multiconexión, la disponibilidad de contenido se multiplica. Se genera más información – que no conocimiento – en dos años que en toda la Historia de la humanidad hasta hoy. La selección y edición de contenido se hace en tiempo y forma no vista hasta hoy, o no se hace de ninguna forma. La decisión de qué contenido consume una sociedad, (obviando el criterio propio) no la hacen ya censores o dueños de medios de comunicación, si no algoritmos matemáticos que muchas veces dan al usuario contenido similar al que habitualmente consume. ¿Es esto un modo de aportar más valor a esas personas? ¿O justo lo contrario?

Tenemos lógicamente la capacidad de frenar ese fenómeno con un pequeño esfuerzo de selección ¿Lo hacemos? Los grandes grupos editoriales o de medios ven desplomarse sus acciones y encadenan patadas hacia delante., sin conseguir frenar la caída de sus beneficios. Mucha gente ve pero ya no mira la televisión, que se ha convertido en un contenedor de otra cosa. Los que lo hacen, tienen un portátil en las piernas o una tableta en las manos.

La gente se está acostumbrando a obtener información  de forma inmediata y nos convertimos en personas menos pacientes en otros ámbitos. Simultáneamente la eficacia de la publicidad se pone en duda.

 

¿El cambio de paradigma de producción?

Si las personas nos volvemos impacientes en muchos ámbitos, nuestro consumo de bienes y servicios no es una excepción. Se desarrollan técnicas para acelerar el time to market de cualquier producto o servicio, pues en ocasiones radica ya ahí su probabilidad de éxito.

Las ineficiencias ya no son penalizadas de forma directa por los consumidores. “Simplemente” estos se convierten en proveedores de otros ofreciendo eficiencia. En muchas ocasiones, sin ánimo de lucro. Convirtiéndose en peers. En clientes y proveedores al mismo tiempo. Los consumidores, apoyados de nuevo en conexión social propiciada por tecnología se organizan para proveerse servicios mutuamente.  Lo hacen para compartir coche, lo hacen para mejorar información de tráfico, lo hacen para mejorar la experiencia de visitar ciudades. También para proveerse alojamiento o comida cuando están fuera de su ciudad o lugar de origen. Lo hacen para prestarse dinero, para prestarse objetos de segunda mano o para prestarse ideas. Para mejorar la gestión de su comunidad de vecinos. Para intercambiarse tareas.

¿Cómo luchas con competidores individuales que no tienen ánimo de lucro? Que demás tienen una extraordinaria flexibilidad. Cuya suma de oferta es más grande que la tuya como compañía. ¿Has de tratar que se legisle a tu favor? ¿Funcionará? ¿Es ese el camino que conducirá al éxito? Muchas compañías tratan de reconvertirse de empresas de producto a empresas de servicio, en los que su propuesta de valor pasa por resolver la necesidad sin ofrecer la propiedad, con el conseguimiento conjunto de repercusiones asociadas.

 

 ¿El cambio de paradigma de compra?

 Hace tiempo se producía un fenómeno llamado ROPO por sus siglas en inglés. La gente comenzó a buscar información precisa en internet antes de tomar una decisión de compra en una tienda física. El impacto, más allá de acabar propiciando la mejora en la formación de muchos vendedores, era en cierta manera limitado.

Hoy en día, sin embargo, las personas llevamos encima nuestros teléfonos móviles y en paralelo se ha producido una enorme proliferación de tiendas online, mejora de los servicios de pago – y aumento de su oferta – y de las posibilidades de logística. Cada día más personas realizan el camino contrario. Visitan una tienda física para probar el producto y comprarlo de forma online.  Muchas veces ya sin necesidad de abandonar la tienda, pues un rápido escaneo del código de barras informa al usuario del precio de ese mismo producto exacto en diferentes tiendas online y lo coloca a un solo clic de comprarlo.  El impacto potencial de este tipo de comportamientos sobre compañías que han basado su modelo en resolver un problema de distribución que ahora ya no tiene el consumidor, es enorme y producirá seguramente un cambio en la experiencia completa de compra en los próximos años.

Todos estos fenómenos se retroalimentan unos a otros. Se desarrollan enormes oportunidades al tiempo que se destruyen empleos y modelos de negocio. Las empresas más rápidas están sobreviviendo a las más grandes. Se generan enormes complejidades legales y se modifican los escenarios relativos de poder. Las compañías flexibles, muchas de ellas de base tecnológica, se verticalizan primero y se horizontalizan después sólo para poder verticalizarse más rápido. Sacan del mercado a compañías enormes que ni siquiera son competencia suya.

Existe una extraordinaria duda de fondo relativa a cuándo se frenara, si llega a producirse, la eclosión tecnológica de esta primera década de s. XXI. ¿La misión de los líderes de hoy es frenar el cambio o sumarse a él? ¿Afianzar el modelo o buscar otro? La pregunta es extraordinariamente compleja de responder si tenemos en cuenta además que a este vertiginoso ritmo de adopción de internet por parte de las personas del planeta, se estima que para el 2030 habrá además 50.000 millones de dispositivos y objetos de nuestro día a día conectados a entre sí, a los 8.000 millones de personas y a la red.

Fuente de la imagen: Blog de Ingdirect

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2 Responses to “Vivimos tiempos exponenciales”

  1. masajes alicante 10 mayo, 2015 at 16:58 # Responder

    Gracias! Recientemente he estado buscando informacion sobre este tema
    y de momento, tu pagina ha sido lo mejor que he encontrado, muchas gracias

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  1. ¿Adios a la tv en 2016? Televisión programática, Facebook imparable y Google de vuelta. - 12 enero, 2016

    […] Se argumenta que la televión es insustituible. Se habla del test del refrigerador. Y estoy de acuerdo con él. La tv no exige esfuerzo en su consumo. Hasta ver fotos de gatos en Buzzfeed exige mover el dedo. Para la tele, esa me parece su principal debilidad y, también, su posibilidad de supervivencia. Pero no puedo evitar pensar – y perdón por el autoenlace – que vivimos tiempos exponenciales. […]

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